Ya vamos todos al cole

Durante el verano he tenido que bajar el ritmo, finalmente me rendí y decidí no intentar hacer nada que no fuera trabajar mis 8 horas y atender a mis hijos y mi casa. Nada de web, nada de blog, nada de Facebook… porque las veces que he intentado ponerme y me han interrumpido cada 5 minutos (o menos) mil “mamás” distintos, de distintas voces y por distintas finalidades, me he enfadado. Me he enfadado mucho y no solo con ellos, me he enfadado también conmigo por estar haciendo otra cosa que no fuera estar con ellos durante mi tiempo a su lado. Al final decidí pasar el tiempo que estaba con ellos durante el verano haciendo exactamente eso: estar con ellos.

A cambio, os he abandonado a vosotros. ¿Podréis perdonarme?

Ha sido un verano raro, no hemos tenido vacaciones en familia porque este es el año en el que Carmen empieza primero de infantil. Esto significa que los 15 primeros días de curso su horario de adaptación es incompatible con cualquier horario laboral, así que hemos priorizado y mis días de vacaciones se están empleando en acompañar a Carmen en el proceso, para que ella sepa que puede contar conmigo igual que lo saben sus hermanos.

Hoy los tres están en el cole y, por fin, he sacado un rato para contaros nuestra experiencia escolarizando niños. Hemos vivido tres procesos muy diferentes:

Sara no sabe lo que es no ir al colegio. Empezó en la guardería con 5 meses y medio y horario de 8:30 a 13:30 y de 16:30 a 19:30. Creció en la guardería y yo iba viendo sus avances como espectadora, un día me dijeron que había gateado, otro día se puso de pie, otro empujó el correpasillos y un poco después, dio sus primeros pasos. Disfruté mucho de mi hija mayor cuando era bebé y también lo seguí haciendo cuando empecé a “compartirla”, pero Sara dejó de ser mía muy pronto y el tiempo que el trabajo me dejaba estar con ella no era suficiente, en absoluto. Cuando Sara pasó a primero de infantil fue un proceso fácil, continuación de todo lo anterior. Ella lo vivió como algo natural, ya tocaba “cole de mayores” y se sentía orgullosa y feliz de haber llegado a esa meta. Y yo me sentía igual de bien, ninguna de las dos conocía otra cosa y ese era nuestro ritmo normal de vida. Además, yo conseguí cambiar de trabajo y horario así que ganamos tiempo, ya “solo” la dejaba en el cole a las 9 y la recogía a las 5. Comía y dormía la siesta allí, para luego volver a clase otras 2 horas. Al salir teníamos tiempo para ir al parque, jugar en casa o ir a natación que siempre le había gustado, era perfecto. O eso pensaba yo.

Cuando nació Rubén nos trasladamos de ciudad y pude permitirme parar y no empezar a trabajar, al menos fuera de casa, durante el primer año y medio. Además el cole de Sara tenía jornada contínua y ella salía de casa sólo de 9 a 14. Sara y yo empezamos, por primera vez y con 5 años ya, a poder comer juntas entresemana y Rubén estaba 24 horas al día conmigo, era todo mío… se sentó por primera vez conmigo, empezó a gatear conmigo, a caminar, a bailar… Disfruté mucho de mi maternidad ese año y medio en la parcela estrictamente “maternal” fue una época perfecta que terminó cuando la realidad se impuso y, por motivos económicos, tuve que volver a trabajar. Volví a la jornada partida y volví a dejar a mi bebé en la guardería, pero está vez el bebé era consciente de que le estaba dejando en manos de alguien que no conocía y no era lo suficientemente mayor para saber que yo volvería ni para decirme cómo lo había pasado sin mí. Fue un proceso malo y, cuando le recogía, Rubén empezó a enfadarse conmigo a menudo. Poco a poco se acostumbró, lo cual no significa que lo aceptara, y encontramos nuevas rutinas y formas de estar juntos que nos hacían sentir bien. Pero mi bebé dejó de ser mío, sus primeros dibujos, sus primeras manualidades, aprender los colores… todo eso quedó en manos de sus profesoras y para mí, y el resto de mi círculo social, fue lo normal.

Carmen ha trastornado toda esa “normalidad”, porque con ella he visto que lo normal no es lo de Sara, ni lo de Rubén. Lo normal es que los niños empiecen todas esas cosas y muchas más con su familia y no con extraños. Lo normal es que puedan conocerse a sí mismos antes de tener que conocer el mundo, ningún niño debería ser escolarizado sin haberse conocido.

Carmen ha sido, con mucho, la más afortunada de la familia porque nuestro Papi Cada Día trabaja desde casa y además la ha cuidado y ha jugado con ella desde que tenía 4 meses y medio y yo tuve que incorporarme de la baja maternal hasta el pasado día 11 que ella empezó en primero de infantil con 2 años y 9 meses recién cumplidos.

Carmen ha crecido en casa, con nosotros, sin separarse de su familia más de 2/3 horas en su vida y esas horas las ha pasado con sus abuelos (mis padres) en ocasiones muy concretas y casi siempre acompañada también por alguno de sus hermanos. No solo empezó a gatear, caminar o hablar con nosotros, ella también ha aprendido los colores, los números, las letras, a pintar imitando a los que nos hemos sentado a pintar con ella y jamás le hemos dicho “no te salgas de la raya” (y no, no se sale, nos ha visto hacerlo y lo hace), a inventar historias, a reír, a enfadarse, a estar contenta o triste y reconocerlo… Carmen ya sabe quién es y tiene recursos para integrarse en un grupo, y lo pide. Lleva meses jugando a que ella también va al cole como los tatos, le alegra saberse parte de la clase y “tener amigos”. Carmen ha tenido la suerte de querer ir al cole antes de tener que ir al cole y eso se nota en estos días de adaptación.  Su única pena es que nos echa de menos, el primer día salió llorando (arrancó cuando ya estaban haciendo la fila para salir) porque le había dado miedo el cole, eso dijo. El miedo fue pensar que no iríamos a recogerla. Ahora sabe que estaremos allí, su padre y yo, esperándola cada día. Y ya sale contenta. Bueno, el lunes salió triste, porque nos había echado de menos… y lo dice, así con esas palabras “os he echado de menos” y de esa manera nosotros podemos contestarle y decirle que nosotros también lo hemos hecho, porque es verdad. Porque en casa cuando todos están en el cole, se les echa de menos.

Cuando elegíamos centro y pensábamos si escolarizar a Carmen o no, decidimos simplemente probar a ver cómo iba la cosa… Papi podría seguir sacrificando horas de trabajo para jugar con ella un año más si es lo que ella quería, sólo llevamos una semana de cole y es pronto para decidir, pero parece que Carmen realmente necesitaba ya salir de casa y arrancar a caminar por el mundo. Y yo estoy orgullosa de ello, porque es su decisión. Le preguntamos cada día si quiere ir al cole, y ella dice que sí. Su hermano Rubén jamás quiso ir, no le quedó más remedio. Su hermana Sara jamás pensó que pudiera elegir, ni yo entonces tampoco.

Ya están todos en el cole, Sara en tercero de la ESO, Rubén en cuarto de Primaria y Carmen en primero de Infantil. Y, si por carambolas de la vida, tuviera un cuarto hijo mi mayor deseo sería no tener que trabajar y que él quisiera quedarse en casa conmigo hasta los 6 años, cuando ya sí que sí no quede más remedio… ¡ojalá!

 

2 comentarios sobre “Ya vamos todos al cole

  1. Gracias por esta entrada: me recuerda que dejé de trabajar fuera de casa con horario fijo por un muy buen motivo, bueno, dos, y aunque ahora se hace duro seguir en dique seco, sobre todo económicamente, me hace feliz saber que mis hijos pueden contar conmigo cada día, y que podemos aprender juntos lo que se nos ponga por delante. Hoy, propiedades de las operaciones matemáticas básicas, hace dos días, los colores y las letras.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *