El porteo no tiene beneficios, ni siquiera el ergonómico.

¿Crees que el porteo tiene beneficios?

Una de las primeras cosas que aprendí en mi formación como educadora de porteo ergonómico en la escuela Kangurearte (no pude elegir mejor) es que portear no tiene beneficios, de la misma manera que caminar o respirar tampoco los tienen. Es cierto que si comparamos el hecho de caminar con el hecho de ir en silla de ruedas cuando no padecemos ninguna patología, lo primero parece más ventajoso. De la misma manera, si comparamos el hecho de respirar de forma regular y natural con el hecho de hacerlo ayudado por una bombona de oxígeno durante la práctica de buceo, es bastante más fácil y ventajoso lo primero.

Estos dos ejemplos me sirvieron para entender que, igual que nadie habla de los beneficios de caminar respecto al uso de sillas de ruedas de forma generalizada o de los beneficios de respirar libremente frente al uso generalizado de mascarillas y bombonas de oxígeno, es absurdo hablar de los beneficios del porteo frente al uso de los carritos de bebé. Porque lo natural es el porteo, sin más. El bebé nace esperando ser llevado, idealmente por su madre. Y las mujeres parimos esperando tener un bebé en brazos, todas tenemos esa imagen en la cabeza durante el embarazo y todas decimos eso “estoy deseando tenerlo en brazos”. Si lo natural es eso, portear no tiene beneficios.

A partir de aquí, al igual que puedo enumerar ventajas de caminar frente al uso de sillas de ruedas, creo que no es necesario, puedo enumerar en qué me ha ayudado el porteo y qué ventajas ha tenido para mi frente al uso del carro con mis hijos. Voy a ello:

  • Calma: en muchos momentos en los que no he sabido muy bien como calmar a mi bebé en plena crisis de llanto, el fular ha sido la solución. Bueno, a veces necesitaba sumarle el sonido de la campana extractora de la cocina, pero solo campana no funcionaba y muchas veces sólo fular sí lo hacía.
  • Libertad de mente: con el uso del fular he podido liberar mi mente de la necesidad de atención de mi hija pequeña. Voy a intentar explicar esto: sentir su respiración en mi espalda mientras dormía, sentir que se removía en mi pecho cuando buscaba alimentarse, saber sin siquiera tener que mirar qué era lo que necesitaba ella en todo momento, hacía que mi mente pudiera prestar atención a otras cosas porque atender sus necesidades se convertía en algo automático y natural. Pero esa libertad de mente no solo se me aplica o aplicaba a mí, también al resto de la familia. Que Carmen estuviera ahí, en su sitio, hacía que el resto no tuviera que preocuparse de ella. Cuando salíamos de paseo era Rubén el que decía “mamá, ponte a Carmen en la espalda y así no molesta” suena fatal, lo sé. Pero era su forma infantil de decir esto que digo yo de otra manera “pon a Carmen en la espalda y así nosotros podemos pensar en otra cosa y dedicarnos tiempo el uno al otro” y eso se traduce en que he podido dedicar tiempo en exclusiva a mis hijos mayores sin tener que dejar a mi bebé con nadie, ella estaba ahí. En su sitio.
  • Complicidad: porteando a Carmen me he dado cuenta de que, sin querer, respeto mucho más sus ritmos y entiendo mejor su forma de pedir las cosas que con sus hermanos. Con ellos me he perdido muchas cosas, ahora soy consciente, porque hablar con un niño de dos años y medio que está sentado en un carro delante de ti mientras paseas por la calle es bastante más complicado que hacerlo si ese mismo niño va a tu espalda diciendo cosas en tu oído y escuchando tus palabras a 20 cm de su orejita.
  • Integración: viene al hilo de la anterior ventaja. El bebé porteado se integra de forma natural en la vida de los adultos que lo portean. Carmen siempre ha estado “en el medio” de todo, no se ha perdido nada nunca. Hemos hablado, salido de compras, jugado a baloncesto, paseado, limpiado, cocinado, trabajado, hecho deberes, jugado al parchís…. Desde que nació ella ha hecho todo con nosotros en tiempo real y a nuestra misma altura. No hay misterios en nuestra vida cotidiana para Carmen y su forma de relacionarse con nosotros y con otros adultos es de tú a tú. Ella no está “ahí abajo” en el carro, si yo me encuentro con un conocido en la calle y me paro a hablar con él ella se entera de todo y está con nosotros de verdad. Sabe perfectamente cuál es su papel y no suele intervenir en las conversaciones, no lo necesita. No busca atención en esos momentos porque sabe que no la ha perdido. Cuando un niño de dos añitos está en el carro y sus padres se encuentran con un conocido lo que sucede normalmente es que el conocido se agacha, saluda al niño y a continuación los adultos se ponen a hablar en otro plano y el niño queda excluido. Ese niño suele tardar poco en reclamar la atención de los adultos, normal. Yo también lo haría.
  • Brazos libres para otras tareas: criar a un bebé cuando es recién nacido y demandante (o llorón, como queráis llamarlo) y, al mismo tiempo, seguir el ritmo de vida que te imponen el resto de tus obligaciones puede ser muy frustrante. Con el primero aún, tira que te va… puedes hacer eso de “aprovechar sus siestas” aunque duren 15 minutos o puedes intentar que se note lo menos posible que la casa está desatendida o que comes mal y a deshoras. Pero cuando llega el segundo o el tercero y es también “demandante” (yo lo llamo llorón), no puedes dividirte en dos. Rubén era un santo, y me apañé muy bien con él y con Sara a pesar de estar sola en casa con los dos. Pero recuerdo una tarde, una en concreto, en la que él estaba de malas y yo nerviosa no conseguía calmarle. Sara me pidió la merienda, se la preparé dejando que su hermano llorara en la cuna (mi nivel de estrés aumentó con eso) con tan mala suerte que al dejar el pan en la encimera justo había caído algo de agua cuando ella solita se había servido un vaso. Yo dejé allí el bocadillo y corrí al dormitorio a intentar calmar a Rubén, Sara vino a decirme que el bocadillo estaba mojado y no lo podía comer y yo acababa de conseguir que Rubén cogiera el pecho y se quedara tranquilo… recuerdo a Sara sentada en una silla del salón esperando a que su hermano se durmiera para que mamá pudiera preparar otro bocadillo, al menos media hora después. Con Carmen y el fular he preparado banquetes para mis otros dos hijos mientras ella mamaba, he fregado el suelo de toda la casa para dormir a la niña, y he atendido todas y cada una de las necesidades de sus hermanos sin dejar de atenderla a ella. No tengo ningún recuerdo parecido en los primeros meses de mi llorona pequeña, y eso que ha sido más llorona que ninguno.
  • Facilidad en los desplazamientos: con Sara para moverme en transporte público por la ciudad la mochila era imprescindible. Niña en la mochila, bolsa con pañal, toallitas y una muda de recambio, teta y a la calle durante horas… veía a otras madres subiendo al bus con el carro, el capazo, el bolso-cambiador que pesa 10 kg y realmente me alegraba de haber elegido porteo. Lo pasé mal, realmente mal, cuando Sara creció y dejé de poder llevarla… Con Carmen y los portabebés ergonómicos se me ha abierto un nuevo horizonte y con sus 25 meses seguimos siendo igual de minimalistas en los paseos. Añado agua y un plátano a la lista.
  • Logística familiar: esto lo resumo en dos ejemplos muy claros. Uno, cuando aún usábamos carro (el primer mes/mes y medio) mi marido una vez se dejó el chasis detrás del coche en el suelo, sin meter en el maletero. Lo recuperamos, pero desde entonces siempre teníamos ese miedo… metíamos el maxicosi con la niña, doblábamos el chasis y, al abrocharnos el cinturón, nos preguntábamos si lo habíamos metido. Al arrancar él estiraba el cuello para verificar por el retrovisor que no se había quedado ahí. Dejamos de hacerlo cuando dejamos de doblar/desdoblar carro para subirlo/bajarlo al coche. El segundo ejemplo, el otro día en el Carrefour vimos a una familia con un coche como el nuestro y dos niños, una más mayorcita en su silla grupo II/III y un bebé en el maxicosi. La pareja estaba repartiendo la compra mensual entre el asiento del copiloto y los huecos que quedaban entre las sillas de los niños, la madre iba a sentarse atrás con ellos. El maletero estaba prácticamente ocupado por el carro del bebé. En ese mismo modelo de coche nosotros íbamos con los tres niños y las maletas a pasar tres días fuera de casa, sobraba sitio en el maletero cuando cargamos la compra que habíamos hecho para poder tener algo de comida en el apartamento al que íbamos. ¿la razón? Un fular, una bandolera o una mochila ocupan lo mismo que una cazadora. Bueno… yo llevo algunas cosas más, pero eso ya es vicio.
  • Relaciones: Decir que el porteo es una forma de vida suena exagerado, tal vez lo sea. Pero otra ventaja del porteo para mí, una ventaja enorme, es que me ha permitido abrir los ojos y ver que la vida en general y la crianza en particular pueden ser mucho más simples y que somos nosotros los que la complicamos sin medida. Portear me ha traído muchas madres maravillosas que comparten conmigo no solo el amor por los fulares y portabebés si no esta misma visión de la crianza como algo normal y natural, sin artificios y sin complicaciones. Me ha hecho crecer como persona y como madre a través del contacto diario con grandes personas y madres que he conocido mientras aprendía a anudarme un fular o a elegir una composición de materiales que se adaptaran al tamaño y peso de mi hija o al clima de mi ciudad. Cada día aprendo de ellas y cada día soy mejor persona y madre gracias a ellas, mujeres enormes y preciosas todas que me hacen creer que aún somos humanos.

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