¿No te duele la espalda?

Pues no, no me duele la espalda… es algo que tengo que explicar constantemente cuando llevo a mi hija de 2 años, 4 meses y 14,5 kg. en el fular o en la mochila. No, no me duele la espalda.

Tengo 43 años, no soy una mamá joven. Los años me dan, por un lado, algunos achaques (sobre todo circulatorios) y, por otro lado, el discernimiento suficiente para saber donde está el límite para mi cuerpo en todo momento. Sé cuando necesito descansar y parar, sé cuando puedo dar un poco más, sé donde está mi umbral del dolor y cuánto puedo soportar en caso de ser necesario; y sé qué cosas puedo y no puedo hacer, soy mayorcita y ya no tengo mucho que demostrar ni hago las cosas para que otros las alaben. Por todo esto, si me doliera la espalda Carmen no iría en fular ni en mochila u onbuhimo. Iría andando. Porque empujando el carro sí me duele la espalda.

Sé que para quien no ha porteado con este tipo de portabebé es difícil creer lo que estoy diciendo, yo hace dos años tampoco lo creía. Y no lo creía principalmente porque no era novata en esto del porteo, con Sara (14 años ahora) ya había sido una “moderna” y la había llevado mucho en mochila. Una de las personas más importantes de mi vida me regaló la mejor mochila que encontró para nosotras.  Gracias Vicky, era perfecta: reforzada atrás para aliviar la tensión lumbar, con buena sujeción para el bebé, con un baberito para que no se apoyara directamente sobre mi piel, los tirantes y la zona de la cabeza de la niña iban acolchados para que ella y yo estuviéramos cómodas. La usé mucho durante los 4 primeros meses de vida de mi hija, vivíamos en una gran ciudad y usaba el transporte urbano. Sin duda llevarla en mochila era lo más cómodo para nosotras. Además, Sara y el carro no se llevaban bien, cuando decidía sacarla a pasear en la silla siempre volvíamos con el carro vacío y la niña en brazos/mochila… volvíamos e íbamos, porque nunca llegaba a ningún sitio con ella alejada de mi cuerpo. Pero a medida que la niña iba creciendo yo iba soportando peor su peso, era lo normal. A mis 30 añitos recién cumplidos, cuando la niña pesaba en torno a 6 ó 7 kg. yo ya no soportaba la mochila más de media hora seguida y ella tampoco. Las instrucciones decían que debía darle la vuelta y ponerla mirando hacia fuera, pero a mi esa forma de llevarla no me parecía buena, no podía mirarla a los ojos y su cabecita iba dando tumbos, o eso me parecía a mí. Así que lo probé una vez y no volví a usar la mochila. Además, ya empezaba a apretar el calor y los acolchados nos hacían sudar demasiado, definitivamente el tiempo de mochila había terminado para nosotras y empecé a llevar a mi hija en brazos cuando iba en el bus urbano, en el carro lloraba mucho y molestaba al resto de pasajeros.

Rubén nació con 4,300 kg. de peso y en el mes de Julio, ni siquiera me plantee el uso de la mochila. Tampoco fue necesario porque nos mudamos a un pueblo y Rubén era, y es, un bendito y jamás se quejó por ir en la silla… así que lo cogí en brazos cuanto quise y cuanto quiso, pero nunca lo llevé porteado.

Con esta experiencia previa, hace dos años yo también creía que los bebés de más de 4 ó 5 meses que son porteados provocan dolor de espalda en sus madres/padres, y con esa premisa empecé a portear a Carmen.

Ella iba a nacer en diciembre, buena época para no pasar calor con esto del contacto constante. Los primeros de meses de Sara en la mochila a mi me habían gustado mucho y por eso me apetecía tener algo en lo que llevar a Carmen, pero no quise volver a usar mochila porque algo había leído ya al respecto y sabía que la posición de la cadera en una mochila al uso no era la más adecuada, así que me informé y compré lo que me recomendaron como mejor en una tienda de puericultura. Cogí una bandolera preformada, que desde el primer día me produjo sensaciones encontradas. Por un lado, Carmen iba muy a gusto cerquita de mamá y de la teta. Por otro lado, yo no terminaba de estar cómoda y a ella la veía un poco “perdida” ahí dentro. Otra muy buena amiga y su marido me habían prestado un fular cuando aún estaba embarazada y les dije que había comprado la bandolera. Gracias Sue y Domingo, intenté usarlo pero no conseguí atarlo de ninguna manera… yo era muy novata y el fular demasiado largo, así que seguí investigando e informándome y fue entonces cuando compré mi primer fular, un fular elástico en el que Carmen prácticamente vivió durante sus primeros 4 meses de edad. Carmen reclamaba abiertamente ser porteada, lo necesitaba. No consentía alejarse de mi cuerpo o del de su padre por mucho tiempo, así que el porteo se convirtió en una forma de vida para nosotros, en la manera de conservar la cordura y el equilibrio en una familia de 5 en la que el miembro de menos edad no podía imponer sus ritmos. A medida que ella ha ido creciendo nuestras necesidades para ir cómodas han ido cambiando, así que hemos ido adquiriendo y vendiendo todo tipo de portabebés. Pero todos con una característica común: desde que desechamos la bandolera preformada, siempre hemos usado portabebés ergonómicos.

Y esa es la razón por la que no me duele la espalda. Por esa palabreja: “ergonomía” que, aplicada a los portabebés, se usa tanto para el bebé como para el porteador. Un portabebé ergonómico (colocado correctamente) respeta la fisiología y acompaña al cuerpo del bebé y de la persona que lo lleva. Al bebé lo arropa y sujeta sin generar puntos de tensión ni hacer que soporte su propio peso en ningún momento, la postura del bebé dentro del portabebé siempre va a ser la fisiológica dependiendo de la etapa del desarrollo en la que se encuentre. Al porteador, un portabebé ergonómico, no le varía el centro de gravedad ni altera la posición normal de su columna vertebral. El porteador nunca tiene que corregir su postura para compensar el peso del bebé porque ese peso está repartido de forma uniforme. Porteando he descubierto que camino más erguida, de una forma más correcta y, misteriosamente, no tengo contracturas cervicales desde que lo hago, cosa que antes sufría a menudo.

Otra razón por la que no me duele la espalda es porque estoy porteando desde que mi hija abandonó mi cuerpo, nuestro porteo ha sido una prolongación de nuestro embarazo tal y como nos pedían nuestros instintos a las dos. Su cuerpo ha ido creciendo alrededor de mi cuerpo y mi cuerpo se ha ido adaptando de forma natural a su peso a medida que ella se ha desarrollado. En total armonía y equilibrio, respetando mi posición natural, sin obligarme a inclinarme hacia delante al llevarla detrás o hacia atrás al llevarla delante, mi musculatura se ha fortalecido con el peso de mi hija de forma progresiva y con eso hemos conseguido que no, no me duela la espalda.

Evidentemente Carmen ya no vive en el fular, ella quiere correr y explorar. Cada vez son menos los ratos en los que la porteo y a veces tengo que obligarla a subir a mi espalda… igual que obligaba a su hermano a subir al carro cuando, con su edad, quería ir corriendo a todas partes y en ese momento no se podía. Pero si tengo que llevarla ratos largos porque la ocasión lo requiere, lo hago con gusto y lo pasamos genial. Porque mientras ella va a mi espalda interactúa conmigo y con el resto de la familia mucho más y mejor que si va en el carro. Y creedme, si lo paso genial yendo con mi familia de excursión con 14,5 kg. en mi espalda no es porque me guste que me duela nada… ?

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