Visibilizar la lactancia

La lactancia sigue siendo invisible.

Cuando Sara nació yo tenía claro que quería intentar darle el pecho. Entonces me parecía lo normal pero ahora esa palabra, “intentar”, me chirría mucho y voy a intentar explicar por qué entonces me pareció normal querer intentarlo y por qué ahora, 9 años de lactancias después, me chirría la palabrita.

Cuando Sara nació yo solo había visto dar el pecho en directo a mi madre, con mi hermana pequeña cuando yo tenía 13 años. El ritual que yo vi era este: cada 3 horas mi madre preparaba el biberón para que la niña comiera después de tetar, se iba a su habitación y allí en total calma e intimidad se sentaba con la niña para darle 10 minutos de cada pecho, cogiendo los pezones entre sus dedos como si fuera un puro y estirando para que la bebé pudiera meterlos en la boca. Cuando mi hermana ya había succionado los 10 minutos de cada pecho, mi madre le sacaba el aire, le cambiaba el pañal y luego le daba de comer y ella se dormía. A mi, las pocas veces que pude contemplarlo porque a la bebé no se la podía distraer en esos momentos, me parecía algo muy tierno y encantador. Mi madre cuidaba de ella y se entregaba a sus cuidados de una forma muy bonita y seguía escrupulosamente todas las instrucciones que le habían dado los pediatras y profesionales sanitarios que velaban por la salud de mi hermana. Mi madre tuvo 4 hijos y siempre hizo eso, cuidarnos de la mejor forma y procurarnos todo lo que estaba a su alcance para que estuviéramos bien y creciéramos sanos. Cuando fuimos bebés mi madre fue la mejor madre del mundo, como lo somos todas.

Desde que mi hermana cumplió tres o cuatro meses y mi madre dejó de darle el pecho porque ya no le alimentaba, yo no había vuelto a ver a nadie haciéndolo hasta que en los cursos de preparación al parto la matrona nos puso un vídeo de lactancia materna. No voy a entrar en las diferencias entre el ritual de mi madre y el que vi en el vídeo, ese es un tema que quiero tratar en otra entrada, hoy solo quiero resaltar que antes de que naciera Sara yo sólo había visto amamantar a mi madre en contadas ocasiones y a las mujeres que salieron en un vídeo sobre lactancia materna que duró veinte minutos escasos.

En estos 14 años de vida de mi hija mayor hemos avanzado mucho y ahora es mucho más fácil ver a mujeres amamantando, sobre todo cuando te quedas embarazada que es cuando se activa el radar para ver bebés, barrigas prominentes y pechos en acción. Pero tampoco es algo frecuente y muchas madres primerizas llegan al hospital sin saber muy bien cómo es eso de dar el pecho y con intención de intentarlo a ver si pueden. Como yo llegué.

¿Y por qué ahora me chirría esa palabra? Pues porque ahora me he dado cuenta de que esto debería ser mucho más fácil; que dar el pecho o no debería ser una elección, un “quiero o no quiero” y no un “puedo o no puedo”.

Me chirría oír a una persona dudando de algo tan natural como si su hígado podrá limpiar sus glóbulos rojos o su páncreas secretar la insulina necesaria para digerir el azúcar del desayuno. Porque cuando oigo a una mami decir que no sabe si podrá darle el pecho a su bebé mi cabeza cambia “pecho” por “corazón” y “dar al bebé” por “bombear sangre”, haced la prueba: “no sé si mi corazón podrá bombear sangre esta mañana, pero yo lo voy a intentar” ¿a que chirría?, pues es lo mismo. Por supuesto que hay dolencias cardíacas que impiden bombear sangre, y dolencias hepáticas que impiden limpiar la sangre. Existe la diabetes y páncreas no funcionales al igual que existen las hipoplasias mamarias y pechos tubulares o no funcionales, se estima que esos problemas se dan en un 2% de la población femenina mundial. Sin embargo, a las mujeres se nos ha hecho pensar que esa parte de nuestra anatomía es muy probable que no funcione igual de bien que el resto y esa función corporal natural es algo que podemos hacer si tenemos mucha suerte. De locos, ¿verdad?

No voy a entrar tampoco en cómo hemos llegado a esto, hay toda una teoría que habla del poder de la industria alimentaria y del dinero que mueven los biberones, pero a mi ese cómo hemos llegado me importa poco. Me importa saber si queremos o no conocer la realidad de la lactancia y si queremos o no volver a dejar que sea algo lógico, natural y fácil dar el pecho a nuestros bebés. Si queremos dejar de intentarlo y empezar a hacerlo sin trabas. Si es así, si queremos, entonces debemos empezar por hablar de ello y alguien debería decirles a las mamás primerizas que no es fácil, que es agotador, que la imagen tierna que nos reporta Google cuando buscamos “alimentar a un bebé” (después de 15/20 fotos de bebés tomando papilla o biberones) de una mami preciosa y feliz dando el pecho a su bebé regordete y encantador no es lo que sucede siempre. Que existen las llamadas crisis de lactancia en las que te vuelves loca y dudas de tu cuerpo, de tu bebé, de tu pareja y del mundo entero. Que existe la agitación de la lactancia en la que rechazas a tu bebé y desearías estar en el infierno antes de seguir ahí sentada dejando que él o ella se alimenten de ti. Que cuando esa agitación remite y vuelves a ser tú te sientes horriblemente mal por haber sentido eso. Que te va a doler todo, que vas a perder el pudor y vas a ir con el sujetador de lactancia abierto por la calle sin darte cuenta. Que a veces te sientes utilizada porque tu bebé sólo quiere teta contigo y juega y ríe con el resto de la humanidad. Que te estarás haciendo pis y tendrás que seguir ahí sentada dejando que tu bebé haga eso que llaman “succión no productiva o afectiva” mientras duerme, porque de esa manera estimula la producción de leche para la siguiente toma y además se relaja y coge el sueño más profundo y sus conexiones neuronales se establecen mejor, sí, pero tú te haces pis. Que vas a tener que aguantar, además, los comentarios de tu entorno haciéndote dudar de si tu leche es líquida o espesa, de si coge o no el peso correcto, de si te usa de chupete o mama por vicio… Decir todo eso y mucho más es para mí visibilizar la lactancia, no sacar una teta por encima del escote en el parque.

Visibilizar la lactancia es decir alto y claro que si tienes tetas puedes dar de mamar a tu hijo en exclusiva hasta los 6 meses y de forma prolongada hasta pasados los dos años o hasta que quieras (eso es lo que recomienda la OMS) pero que no va a ser fácil y vas a tener muchos momentos malos, que te agarres los machos y te prepares para estar muy segura porque si has decidido que quieres dar el pecho y que quieres hacerlo de esa manera, has elegido el camino más complicado para los primeros años de tu maternidad. Alguien debería decirles a los papás primerizos que no desesperen, que aguanten el tirón y apoyen a sus parejas. Que su chica volverá y él seguirá siendo importante, cuando pase la tormenta hormonal de los primeros meses.

¿Y cual es la recompensa? Por un lado, darle un zasca a la industria alimentaria. Por otro lado, saber que tu cuerpo obra milagros y eres capaz de continuar dándole vida a tu bebé.

Para mi saber que mi leche cambia de nutrientes cada día y a lo largo del día para adaptarse a las necesidades de crecimiento de mi hija, me llena de orgullo. Saber que si mi bebé se enferma los receptores que tengo en la sensible piel del pezón van a captar moléculas que indican que hay un problema y mi leche va a ser más rica en inmunoglobulinas para ayudar a mi bebé a sanar más rápidamente, me hace sentir invencible. Tener la certeza de que ella me necesita por encima de todo y ser capaz de darle ese refugio y ese alimento sólo con un gesto, me hace sentir grande y poderosa.  Todo esto suena vanidoso, lo sé y lo asumo. Dar el pecho ha sido y es para mi un acto totalmente egoísta, lo hago porque me hace sentir bien y al mismo tiempo a mis hijos les ha hecho sentir bien. Lo hago y lo he hecho hasta que he creído oportuno porque nos funcionaba y nos iba bien, porque queríamos y porque tengo tetas y puedo, como todas excepto ese 2%. Yo eso lo sabía porque me lo dijo Luz, mi matrona. Y lo cuento porque quiero visibilizar la lactancia.

Además de contar todo esto hay otra cosa que hago para ayudar a visibilizar la lactancia: dar el pecho y hacerlo de forma natural. Mis hijos mayores, mi marido y mi familia en general llevan ahora 27 meses viendo cómo le doy el pecho a la pequeña, cuando ella quiere y donde ella quiere. Lo ven como lo que es, algo natural. Y si algo tengo claro es que cuando mis hijos crezcan sabrán que se puede dar el pecho, seguro. Otra cosa es que quieran, eso ya se lo dejo a su elección. Pero mi hija mayor no va a llegar al parto sin haber visto a otra mujer dando el pecho, llorando y riendo con un bebé “enganchado” a la teta. Y mi hijo mediano sabrá acompañar a su pareja cuando ella esté pasando por este precioso momento. A la pequeña le enseñaré mil fotos como la de esta entrada 😉

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