Aprendiendo a ser mami cada día

Hace 14 años que llegué a esto de la maternidad. De la mano de mi hija Sara he ido aprendiendo a ser mami cada día. Aprendiendo no, esa no es la palabra… más bien he ido desaprendiendo. De forma instintiva desde el día en que ella vino a mi yo me he ido despojando de todo lo aprendido sobre maternidad hasta entonces.

¿Qué había aprendido y cómo? Había aprendido viendo a mi madre cuidar y criar a mi hermana 13 años menor que yo, había aprendido viendo a las madres recientes que tenía entre mis amigas, había aprendido viendo y leyendo anuncios sobre los cuidados y necesidades del bebé en prensa y televisión. Toda la información que me había ido llegando a lo largo de mis 30 años de vida me decía que un bebé necesita muchas cosas: que hay que tener una estabilidad económica, emocional y personal muy fuerte para lanzarse y dar el paso. Yo no tenía nada de eso, pero sí tenía una imperiosa necesidad biológica de ser madre, y eso fue lo primero que tuve que desaprender… desaprendí que hubiera que comprar la casa y el coche antes de poder ser padres y me lancé a la aventura de engendrar una nueva vida.

Sara vino a mi de forma suave y fácil, sin hacer ruido, natural y sorprendentemente rápido me quedé embarazada, otro “desaprendimiento” porque yo había aprendido que concebir un hijo deseado puede ser muy angustioso y un proceso en el que los padres deben estar psicológicamente preparados para soportar la frustración de no conseguirlo una y otra vez. Concebir es un milagro siempre y en eso estoy de acuerdo, pero Sara no necesitó mucho tiempo para elegirme como madre y pronto estábamos ya conectadas para iniciar una vida juntas.

Como buena madre primeriza dediqué mi embarazo a hacer todo lo que había aprendido que se tenía que hacer: tejí patucos y jerséis, leí miles de artículos y libros sobre el embarazo y la crianza, acudí a las clases de preparación al parto en mi centro de salud y, por supuesto, a todas las revisiones y pruebas ginecológicas pertinentes. Ahora, con la perspectiva que da el tiempo y la experiencia, me doy cuenta de que cometí dos grandes errores y tuve dos golpes de suerte tremendos.

Mis errores fueron: primero, no hablar con mi madre sobre los partos y los primeros días de vida de un recién nacido. Hablamos mucho en esos meses de toquillas, arrullos, regalos y carritos de bebé, pero nunca hablamos de lo que realmente estaba por venir. El segundo error fue no ir al hospital donde iba a dar a luz a preguntar cómo iban a suceder las cosas, cuál era el protocolo habitual de parto y postparto en ese centro.

Mis dos golpes de suerte: el primero fue la matrona de mi centro de Salud, que se llamaba Luz y hacía honor a su nombre. Ella era Luz y calma y fue la guía en mi embarazo y, sobre todo, en los primeros meses de vida de Sara. El segundo, ver en un escaparate un libro titulado “bésame mucho”… Hace 14 años de aquello y, por supuesto, yo ya me había leído “duérmete niño”, una bien intencionada amiga me lo regaló en cuanto dije que estaba embarazada. “Bésame mucho” estaba en ese escaparate para que yo lo comprara, y leerlo fue lo único que realmente me preparó en cierta medida para la llegada de Sara. Desde entonces, se lo he regalado a todas mis amigas cuando me dicen que esperan su primer hijo.

Y Sara nació, y su nacimiento me despojó de todo lo aprendido de forma brusca y rápida. Porque ya no me importaba si el cambiador cabía en el baño o si se podía colocar encima del bidé, ya no me importó que la capota del carro fuera gris o fuera rosa. Dejó de ser importante que la cuna tuviera los barrotes homologados porque, en el momento en que ella se agarró a mi pecho me di cuenta de que era allí donde iba a pasar los primeros meses de su vida, y no en un carro, un cambiador o una cuna. Desaprendí todo lo que era importante para un bebé y aprendí todo lo que era importante para mi y para mi hija: estar juntas y dejar que las cosas fluyeran sin más era todo lo que necesitábamos y todo lo que queríamos… y eso hicimos, a pesar de las opiniones de todos los que saben perfectamente qué es lo que necesita un bebé y de qué color ha de ser la silla del coche. El primer mes fue duro, no lo niego. Algún día intenté hacer caso a los consejos de mi entorno: dejar que ella durmiera en la cuna para que yo pudiera descansar mejor era uno de ellos… pero es que yo no me dormía cuando ella estaba lejos de mí, yo me quedaba alerta y esperando a que me llamara. Así que desistí y, al cerrar la puerta de mi casa, hice exactamente aquello que mi instinto me decía que tenía que hacer. Bueno, mi instinto y Luz, que estaba ahí para llevarle la contraria a mi entorno. Así pasaron días, meses, años… Sara fue alejándose de mí. Ella, que no respiraba ni dormía si no era cerquita de mi pecho, ahora es una adolescente que no quiere venir al cine conmigo y con sus hermanos, prefiere “aprovechar y quedar con una amiga en ese rato”. En estos 14 años he aprendido que los que me decían que si la dejaba dormir conmigo no me la despegaría en la vida, se equivocaban. Los que me decían que si le seguía dando teta cuando ya iba al cole dependería toda la vida de mí, se equivocaban. Mi instinto me decía que, si mi hija estaba segura de que yo iba a estar siempre ahí para ella, volaría lejos más confiada y con más seguridad. Y mi instinto me ha dado la razón hasta ahora: muy a mi pesar, Sara está empezando a volar.

Sara me ha enseñado a ser mami cada día. En estos catorce años hemos cometido las dos muchos errores en nuestra relación, los seguimos cometiendo, los seguiremos cometiendo… pero ahora que tengo a Sara, a Rubén con 8 años y a Carmen con 2, ahora que tengo mucho desaprendido y mucho aprendido de nuevo, me doy cuenta de que todo hubiera sido más fácil si alguien me hubiera contado todo lo que sé sobre maternidad, y eso es lo que quiero hacer: contarlo. Porque todo lo que yo sé puede que le sirva a alguien, o puede que no… pero al menos algo quedará por desaprender si alguien lee y aprende de mi experiencia.

Quiero contaros de Sara, de Rubén, de Carmen y de mí. Somos 4 personas y personalidades distintas, yo soy mami cada día, pero no soy la misma mami para cada uno de ellos… porque cada uno necesita una mami diferente, con cada uno soy una persona y una mami diferente y hago cosas diferentes. Una de las primeras cosas que cualquier madre primeriza tiene que desaprender es que no hay una forma de hacer las cosas con tu bebé, no hay una manera correcta ni una incorrecta porque nadie puede decirte cómo va a ser tu hijo y qué va a pedir de ti, solo tienes que ser su mami. Es todo lo que el bebé espera desde que nace: que su madre le tenga cerca y le mantenga a salvo y feliz. El bebé nace esperando ser llevado y alimentado por su madre, es lo que llevamos millones de años haciendo y lo que ahora tenemos que aprender que hay que hacer. A partir de ahí, cada maternidad es diferente y cada madre, con cada hijo, es diferente y única.

Por eso estoy aquí, por eso hago esto, porque mi hija Sara me enseñó el camino y con Carmen se está cerrando el círculo. Ya casi sé ser mami y me apetece mucho contarlo. Me estoy formando como asesora de porteo y de lactancia para poder dar también el punto de vista académico a mi experiencia. Este es mi proyecto de futuro. Mis hijos y mi compañero de vida son mis guías y mi motor, ¿os unís al proyecto? Os iré contando todo lo que sé y dónde lo he aprendido, para que cada una aprenda a ser lo que ya es: la mejor mami del mundo para su bebé.

 

Gracias por leer…

4 comentarios sobre “Aprendiendo a ser mami cada día

  1. Me ha encantado, al igual que tú. Me has puesto la piel de gallina y los ojos empapaditos, aguro un gran futuro. Ya estoy deseando leer más 😉 GRACIAS POR ESTAR AHÍ

  2. Muchas gracias, Sandra, por compartirte así. Es genial escucharnos, leernos, abrazarnos aunque sea de forma virtual… sabernos únicas y a la vez tan similares en esto de la maternidad… un beso:)

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